Ulises y sus hombres varios días después de acercarse a la isla de las sirenas continuaron navegando hasta que se encontraron frente a unas rocas formidables en medio del mar.
Además la situación empeoraba pues siempre había mal tiempo en la zona y donde las olas del mar chocaban contra estas rocas hasta cubrirlas por completo, por lo cual eran de difícil visualización.
Las rocas erráticas de la Odisea
En las rocas erráticas de Ulises se podía escuchar el rugido del mar al estrellarse y un enorme remolino con espuma arrojaba a la superficie restos de naufragios.
Comprendió Ulises que se hallaba delante de otro de los numerosos peligros que Circe le había advertido: Las Rocas Erráticas, unas rocas que se movían en medio del mar y con las que se podía encallar fácilmente por no decir hacer zozobrar los barcos.
Los marineros estaban aterrorizados, pero no les quedaba más remedio que pasar a través de ellas, pues el viento las llevaba hacia estas rocas erráticas.
Ante el peligro que los esperaba valiente Ulises utilizo su habilidad para hablar y animó a sus compañeros diciendo:- No se desanimen hombres de Ítaca. Hemos atravesado muchos peligros. Recuerden al temible Polifemo. Pensamos que moriríamos y aquí estamos. Solo cumplan mis órdenes y verán que todo saldrá bien.
Circe, la hechicera le había aconsejado: Cuando deban atravesar las rocas erráticas, deben hundir los remos en el agua a gran velocidad y al mismo tiempo controlar el timón para que la nave se mantenga en línea recta, aunque parecieran que iban a chocar con alguna roca.
Esto fue lo que indicó Ulises y lograron sortear el peligro sin perder ni un solo marinero de Ítaca.
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